21/5/19

Carta al Matías

encontré esta carta en un archivo viejo de hace más de seis años, me pareció valioso, por lo menos para entender como mi subjetividad ha cambiado.




Mi amor, corazón pequeño que adentro mío nace y empieza a tararear tu nombre, Matías, ojalá la vida sea alegre para vos y encuentres belleza en las cosas más pequeñas, hay cierta gente que envejecimos antes de tiempo, que como carne vieja a prematura edad, no soportó las heridas, y se pudrió sin dejarnos respirar.

Muchos años, quise tanto un amor, desde que recuerdo, nunca tuve lo que quise, y ahora llegando a los treinta años, vivo con alguien, y te estoy esperando, pero la tristeza no se va, está impregnada en este cuarto nuevo, en esta alma vieja, en este espíritu lastimado, con un hombre que no sé al final que siente por mí, ni yo por él, jamás podremos entrar en la cabeza de los demás, y los errores que cometemos nos dejan desconfiados, huraños, descontentos, amargados, el mundo nos llena de herrumbre, de recuerdos rotos, de manos temblorosas.

¿Qué tenemos que defender? Si todos los defectos se repiten como en serie en la gente, suma y resultado de una generación consumista, la organización revolucionaria está integrada por gente que con sus propios miedos y prejuicios edifica el futuro, el futuro que no cambia el presente, que sigue siendo amalgama de todos los odios y bajezas del ser humano, incluyendo la del hombre revolucionario.

Soy una persona mediocre, sin un trabajo que le guste, no sé si te merezco, no sé si tengo algo además de dudas, pero alguna vez creí en la alegría y voy a hacer lo posible para que veas eso en este mundo cojudo, lleno de gente mala, de gente que hace daño porque le gusta, que tortura porque le gusta, que mata porque le gusta, que te traiciona porque le gusta, que te hace a un lado porque le gusta.

La vida no me ha tratado mal, no me falta un brazo, sé leer y escribir, tengo algo de dinero y un par de amigos, pero hay un monstruo más profundo y más siniestro, que no me permite ser feliz, es el hastío, mal de los artistas, de la gente sensible y de los que envejecimos antes de tiempo.
A ti te trataré de mostrar lo más hermoso del mundo que es poco, pero es suficiente para vivir bien.
Te quiero.

2/5/19

A propósito de Alejandra Pizarnik

"Imposible vivir siempre en estado de catástrofe." escribía Alejandra Pizarnik en su diario un día como hoy.

Años como grandes olas del mar internada en lo profundo de una subjetividad dolorosa, donde el espejo y la niñez se quebraban casi siempre.  Gabriela Espinoza Salamea se enorgullecía de mirar todos los días desde la ventana de la sala de sicopatología del Pirovano llenando sus labios de los labios de Alejandra.
Me leía en ella.
Un elefante anoréxico que esculpe nubes pensando en los rostros que no pueden cambiarse, en las manos que son siempre las mismas, en la lengua que se aburre de decir lo mismo, de tatuarse lo que escapa al destino, de lo inconmensurable de una soledad organizada desde los cinco años.
Demasiado alcohol llorando por los cuerpos que se escapan por la ventana en la noche cuando llueve sin parar, despellejándome hasta llegar a las ojeras hondas como los potros de bárbaros atilas de Vallejo.
Y entonces llegó la hora de un tratamiento de verdad, pastillas y terapia, dejar a la escritura que sangra y lastima para el fin de semana ¿me he traicionado a mi misma?
No se azota el espíritu con oscuro beneplácito en mis poemas de amor, las hojas se mueren como peces hambrientos.
Rayos, quisiera escribir como Alejandra pero no quisiera morir con el hueco en el estómago como Alejandra.
Llegó la hora de un tratamiento de verdad, pastillas y terapia.