23/10/12

Mi hijo

-o algo sobre observar con detenimiento los ojos del matías y querer cambiar el mundo-



Cuando era más joven, juré que nunca tendría hijos, estaba triste y decía que lo mejor para personas como yo era no dejar descendencia en este planeta, también creía que si no alcanzaba a resolver los problemas emocionales que tenía menos iba a poder con un nuevo universo de ideas a mi responsabilidad.


Al cabo de un buen tiempo, después de que ha corrido mucho río bajo este puente, luego de tropiezos, errores trascendentes, rupturas de huesos y cráneos, fiestas, incendios, atardeceres vacíos, domingos redentores,  manos viejas, lecturas desconocidas, en fin, luego de nadar infinita por años, me encontré frente al espejo otra vez, con la cara un poco más desfigurada y con la esperanza alimentada de nuevos días.



¿Había madurado? ¿Terminaba esa época oscura de nudo en la garganta y caminar apresurado? ¿esas noches de cerrar los ojos y obligarme a repetir el mantra de mañana todo estará bien? Creo que no, creo que para muchos el monstruo nunca termina de irse de la habitación, ya lo dije una vez, el DSM es nuestra biblia generacional.


Y sí, estaba embarazada, un siete de agosto a las ocho de la mañana llegó el matías, nada es como uno se lo imagina, entontecida y adolorida lo abracé. Mi embarazo fue como todo en mi vida, una euforia incontrolada seguida de largos lapsos de desolación profunda, de preguntas, de noches sin dormir, de peleas conmigo misma.

Comenzó todo: el matías no paraba de llorar, los consejos: No le acostumbres al brazo. Los bebés necesitan horarios, comer cada tres horas. Que no se haga nochero. Tiene que dormir en su cuna. Que el bebé no te mande, que no te manipule. Me deprimí: no dejaba de llorar, lo amarcaba y lo amarcaba y seguía llorando, no quería lactar, lloraba él, lloraba yo, no entendía nada, me sentía sola, abría y cerraba libros, deben ser los gases. Así pasaron tres semanas y todo colapsó,  por suerte, para el matías y para mí, todo tuvo que cambiar. A la mierda todo! Todo el día en mis brazos, que coma cuando quiera, que duerma cuando quiera y donde quiera, a veces se dormía tres horas en mis brazos, y así hasta el día de hoy.


Me separaron de mi organización porque durante parte del embarazo estaba deprimida y no milité.  ¿Pero podemos pedir más de ellos y de nosotros hoy? el mundo nos llena de herrumbre, de recuerdos rotos, de subjetividades subestimadas porque había que ir a trabajar, a estudiar, a vivir. Los defectos se repiten en la gente, suma y resultado de una generación consumista, la organización revolucionaria está integrada por gente que con sus propios miedos y prejuicios edifica el futuro.


Lo siento y mucho, porque sé que el mundo sólo puede cambiar con coraje, y sé también que el partido comunista debe ser vanguardia y no barco viejo, pero como decía aquella pinta que alguna vez hice: el viejo mundo quedará atrás y quedarán atrás los dirigentes que estancaron durante tanto tiempo una organización que pertenece al pueblo, a la gente, a la juventud, no a los cafés, ni al gobierno ni peor a un grupo de amigos.




"En realidad, los militantes que quieren comprender reflexionan de otra forma: como materialistas que quieren juzgar hechos dialécticamente; no según el todo o nada, sino a partir de las contradicciones. (...) intentan reflexionar como marxistas, es decir, ante todo como hombres y mujeres capaces de “pensar por sí mismos” (Marx) y reflexionar con  atención sobre lo que han visto y observado en función de las relaciones de clase y sus contradicciones". Althusser 




Siempre seré comunista y criaré a mi hijo, con esa actitud (porque ser comunista es un modo de vida, no una opción política), ¿por qué decir que se malcría por llevarlo en brazos o dormir con él, alguien se malcría por mucho cariño o a alguien le hace mal tantos abrazos? O es más bien la carencia de afecto que nos tiene tristes, alejados, con ese falta de comunicación que como decía Sábato es un problema profundo, grave. Presionamos tanto a los niños, les exigimos demasiado, por un precio que no vale la pena, no nos damos cuenta que sólo podemos cambiar al mundo desde las estructuras más fuertes de las sociedad, el mundo cotidiano, su núcleo.





El campesino, el obrero, sólo harán la revolución pensando en sus hijos, en su familia, no porque le caiga bien un dirigente o porque haya leído a Marx o a Lenin, ya lo dijo Neruda, la poesía debe ser como el pan para vivir. Cambiaremos al mundo con fuerza, con el poder de la palabra, defendiendo el valor de nuestros niños, el valor de la amistad y de la moral comunista. Defenderemos otro mundo posible, desobedeciendo órdenes tontas y creando, creando el famoso poder popular, fuera de los libros, adentro, adentro de las comunidades, cerquita de las familias, creyendo en la fraternidad, criando a nuestros niños con consecuencia.





2 comentarios:

Silvana Tapia dijo...

Me encantó :) A los niños hay que abrazarlos y besarlos. Los que gustan de la estadística pueden revisar los recientes estudios pedriátricos. Por lo demás, salud por estos nuevos sentimientos en común; la maternidad replantea y profundiza nuestra comprensión del amor.

Anónimo dijo...

mis felicitaciones Gaba... De corazón.

Me encanto el post, este y el de los intelectualoides. El amor como coyuntura de las ideas me parece precioso, pero ahora el amor como tal esta subvalorado. Mamita decia que todo lo que se hace con amor se hace bien, pero ahora el mundo esta mal, como dijo Adoum "la mayoria de la población es protohumana y/porque la otra parte es deshumanizada".

Un gran abrazo...