23/1/17

Mis clases de filosofía

-o de cómo queríamos cambiar el mundo-


Este textito fue publicado en la revista Indicios del Colegio Asunción, en una edición de aniversario, me pidieron enviar algo sobre los recuerdos del colegio, y esto sucedió así:



Recuerdo con cariño siempre las clases de filosofía. Recuerdo un periódico que hicimos en el colegio y las ganas que teníamos de cambiar el mundo.

Las chicas de Sociales, teníamos en común que no nos gustaban o no entendíamos la rigidez de las matemáticas o los principios químicos, pero nos llamaba la atención eso que decía Platón sobre las sombras y la caverna.

Es complicado hablar de la Institución Educativa como tal, de cómo aún no logramos conciliar la creatividad y el interés con el contenido y el conocimiento requerido.

Me gustaba leer, en general, novelas, cuando llegamos a Sociales, me sentí como en casa, había algo en el aire que cuando eres adolescente y te da paz, es casi mágico.


Yo no entendía nada y de pronto: La Dialéctica, el materialismo histórico, la lucha de clases, nuestro profesor se encargó de hacer que la filosofía sea como la poesía y bien dice Dalton que la poesía es necesaria como el pan.

Mi familia no es muy política y como la mayoría de chicas de mi edad yo estaba convencida de que la vida era eso que pasaba dentro de la caja tonta.  Un día, nuestro profesor, el Pablo Sarmiento, nos dijo que hablemos del tema que queramos, me acuerdo que propuse hablar sobre las dictaduras ¿qué diferenciaba Fidel de Pinochet? Sin juzgarme o sonar pretencioso, el Pablo nos habló de los desaparecidos en Chile, de Allende y por otro lado del Estado Socialista, de la salud y la educación cubana.

Poco a poco, las clases se convirtieron en la etapa de mayor construcción filosófica y política de mi vida. Sorprendidas leíamos a Descartes o Spinoza, y enamoradas descubrimos a Marx, a Sartre, a Simone, y en fin, para sexto de bachillerato, ya cantábamos (cliché hermoso) las canciones de Silvio.

Años después llegaría a ser Secretaria de Prensa y Propaganda y miembro del Comité Central a nivel nacional de la Juventud Comunista. Comprendí eso que decía Marx de que la filosofía no solo debe interpretar la sociedad sino transformarla y aprendí a ser consecuente en la lucha desde la calle, desde la huelga, desde el papel, desde la casa y también desde el amor, desde la poesía y la vida.

Me dediqué a la docencia y hoy a la maternidad, doy Lengua y Literatura, tratando de que los poemas sea un arma revolucionaria, y que mi pequeño copo de nieve sea criado con respeto y ese maternaje una militancia para cambiar el mundo.


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