15/11/19

Borderline



Regresaré de las cenizas en esta madrugada, como un bichito que logra a veces subir al árbol intentando siempre alcanzar la copa. La psicóloga me dice que estoy vacía, que no sé lo que quiero, que no habrá más terapia si es que no dejo de consumir, que no estoy conectada a ningún sentimiento; mi novio de diez días dice que no habrá más noviazgo si es que no dejo de consumir, que la vida es otra cosa. Consumo. Lloro un poco pero no mucho porque tengo fluoxetina. Últimamente he vivido la vida tan superficialmente que me escurro entre mis propias manos, no recuerdo a dónde iba. Me convencí de que era una buena madre, pero ahora no sé si alcanzo al menos a cuidar a este cachorro hermoso que corre libre por ahí, y a veces me miente, y a veces me protege. Dejé de ir al Partido, dejé de leer, soy un zombie alcohólico que la noche cobija, extraño mi Cobija, tal vez el único chico guapo que me amaba y que me tejía largas bufandas. Dejé de escribir, era mi cable a tierra para no permitirme sucumbir tan rápido a la fluidez suicida de este viento caliente. Tensa calma de la mediocridad que no me permite vivir en el momento presente sino en cada instante del siguiente minuto. Pierdo, me caigo y me levanto.

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