-o algo sobre
observar con detenimiento los ojos del matías y querer cambiar el mundo-
Cuando era más joven, juré que nunca tendría hijos, estaba
triste y decía que lo mejor para personas como yo era no dejar descendencia en
este planeta, también creía que si no alcanzaba a resolver los problemas
emocionales que tenía menos iba a poder con un nuevo universo de ideas a mi
responsabilidad.
Al cabo de un buen tiempo, después de que ha corrido mucho
río bajo este puente, luego de tropiezos, errores trascendentes, rupturas de
huesos y cráneos, fiestas, incendios, atardeceres vacíos, domingos
redentores, manos viejas, lecturas
desconocidas, en fin, luego de nadar infinita por años, me encontré frente al
espejo otra vez, con la cara un poco más desfigurada y con la esperanza
alimentada de nuevos días.