22/1/18

De cómo le escupí a Vargas Llosa o algo sobre el compromiso en el Arte

publicado en la revista cultural Bareque



Mi generación es cínica, pero también debo decir que somos perezosos y presumidos. Nos gusta hablar del mundo, decir orgullosos que detestamos la política para huir del compromiso de asumir que algo mismo deberíamos decir (…) o hablar del arte como si estuviera colocado en un orden superior en donde se puede permitir todo.



También nos gusta, de ley, tomar un buen vino los viernes y un aguardiente barato los sábados. De vez en cuando emitir un juicio de valor sobre alguien que trasciende al mundo y dejar que la vida pase a través de la caja tonta, del wifi gratuito y de lo que nos prometieron que era el amor.
Siempre me he preguntado dónde está esa línea que divide el talento con la ideología. No somos entes aislados ni tan ingenuamente abstractos. Tal vez no haya una línea, porque podemos reconocer el talento de alguien reconociendo también su punto de vista. Podemos hablar de los griegos aceptando que son los padres de la democracia y que como grandes padres practicaban el esclavismo y eran por lo demás profundamente machistas. Podemos también hablar de Borges y disculparlo por su desprecio a los indígenas o su colaboración con la Dictadura, alabar a Dalí e ignorar su traición a García Lorca en subvención del Franquismo.
Pero yo sinceramente creo, sin atavismos, que es indispensable conocer bien las líneas de nuestras manos, y a qué mismo apostamos, porque me parece grosero que a estas alturas del partido no podamos reconocernos como hijos de un continente desangrado y nos falte el cabreo para poder reclamar lo justo (…) Ya no quiero escuchar sobre los hipsters, lo vintage, el cine conceptual, la Bienal y la música electrónica.
Asimismo, hace un poco más de diez años, en mi militancia más visceral, don Mario Vargas Llosa, el mismísimo Premio Nóbel de Literatura 2010, fue recibido en la Casa de la Cultura de mi querida Cuenca.
El prolífico escritor peruano había sido invitado para dar una conferencia sobre la política latinoamericana. Esa tarde fue irónico sobre la derecha neoliberal en Latinoamérica y fustigó al socialismo del Siglo XXI. Luego de su charla nos paramos afuera con el Diego, un amigo que piensa como yo, y esperamos que saliera. No había nada de gente, así que el señor Llosa seguramente pensó que éramos sus grupies y salió sonriendo dispuesto a saludarnos:

¡Vales verga, Vargas Llosa! -le gritamos-.

Frunciendo el ceño, apresuró el paso y en el momento en el que pasó al lado mío pude escupirle fervientemente con todo mi inmenso cariño al Ilustrísimo Señor Marqués Mario Vargas Llosa, título que le otorgó el reinado español.

Le escupí porque el arte no es algo intocable: es el acto de cualquier humano para causar conmoción en otro humano. Es necesario como el pan, con la franqueza y el amor de Dalton o Brecht, porque aunque me digan que este vecino de quinta apellidado Vargas Llosa es un buen escritor y lo reciban con honores en ciudades de su Latinoamérica, que él desprecia para vivir en su casita europea, utiliza el indigenismo para vivir como un rey, habla de los derechos humanos de Venezuela o Ecuador, y cuando tiene la oportunidad, como en la Comisión de la Verdad en Perú, exculpa a los militares asesinos.

Es fácil ser apolítico y creer en la divinidad del arte. Es fácil utilizar la fama para centrarse exclusivamente en los derechos humanos de los disidentes en países con gobiernos de izquierda. Nunca Vargas Llosa ha dicho nada de la narco política de México, Colombia o EEUU. Es ultra fácil reírse de Maduro o querer a Mujica solo para parafrasearlo en memes, pero lo verdaderamente difícil es asumir esta edad, este país, este mundo y estos días.

Morir en el Estadio Nacional, ser torturado en las fábricas argentinas de la Coca Cola o en cárceles clandestinas, inyectado en un hospital militar, quitado los frenos del auto, fusilado por la Guardia Civil o acribillado en las espesas selvas colombianas, ha sido lo que le ha tocado vivir a un artista comprometido, y no vivir hablando de derechos humanos desde la confortable silla del poder mediático. Así que engrosando la cada vez más grande lista de artistas infames, talentosos pero cínicos, diez años después, Vargas Llosa, ¡me sigues valiendo verga!, vos y todos los demás como tú.

No hay comentarios: