11/10/18

Apuntes sobre el adultocentrismo

Por la calle una mamá toma fuertemente del brazo a su hija mientras le grita que camine rápido, la niña se pone a llorar y parecería que ahora se aferrará a quedarse parada un par de horas mínimo, veo que la mamá exasperada se dirige a la tienda, compra una botella de agua y le sopla en la cara para que la niña deje de llorar, la niña se queda empapada estupefacta sin poder gritar, llorando petrificada pero sin emitir sonido viendo a su madre con asombro y resentimiento.

Los adultos gritamos y luego no sabemos por qué nuestros hijos hacen berrinches, seguramente necesitan más disciplina. Por ahí se dice que "cada padre sabe cómo criar a sus hijos". Pues no, qué frase más dictatorial, si la aplicáramos a
cada esposo sabe cómo trata a su mujer,
o cada profesor a su alumno,
o cada presidente a su pueblo.


Cada niño es una persona, es un universo pequeño, con sus miedos, sus terremotos, su ternura, su rabia, tiene sus días de luz y sus abismos.  Tiene sus derechos, hay padres más terribles, claro, situaciones más terribles también, pero debemos intentar darle la mejor de las vidas posible, que no es un compendio de lujos y consentimientos sin límites, sino la complacencia de una persona que ama a otra.

Nos hemos demorado mucho en reconocer y luchar contra la violencia a la mujer, y si bien, todavía tenemos actitudes de un instinto cultural* podrido, los llamados micro machismos,
aun así elevamos nuestra voz de protesta
si vemos que un hombre
grita a su mujer en la calle
la empuja, la pega,
le dice que se calle y que coma,
la obliga a estarse quieta

reaccionamos de manera inmediata y si no nos atrevemos a intervenir, por lo menos, emitimos un juicio severo.

Lastimosamente a los niños no, a ellos se les puede gritar, pegar, aislar, humillar con la excusa de que los estamos educando, pero ¿qué tipo de educación puede ser la que enseña con violencia a no ser violentos? ¿Cómo carajo demostramos amor con actitudes propias de alguien que odia?

Los niños son el último eslabón en una larga cadena de maltrato institucionalizado, cuyos derechos son un poco más respetados que los de los animales.

Los dejamos llorar, mientras siendo tan pequeños piensan que sus padres no los quieren, tal vez no es cierto, pero eso no hace que no lo sientan, las fobias y traumas se construyen con percepciones reiteradas, que serán en un futuro pensamientos distorsionados y pesados bucles y rumiaciones diarias.

En un mundo que sobrevalora el amor de pareja (amor made in Hollywood) debemos aprender a complacer a otras relaciones, más horizontales, en que los límites vayan apareciendo de forma natural en torno al cuidado de los niños, necesitamos crear adultos menos enfermos, menos deprimidos, frustrados y alterados, necesitamos criar con apego no solo en la etapa de brazos sino hasta que sean grandes y vayan por el mundo tratando y tratándose bien.

 *aunque son conceptos contrarios, con instinto cultural me refiero a prácticas tan enraizadas en la historia de los pueblos que se han vuelto ya patrones normalizados arraigados en la naturaleza, como por ejemplo que los hombres son más fuertes.

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