28/11/12

Algo sobre la noche y el himno generacional

- anotaciones sobre nuestras drogas -
artículo publicado en la Revista La Culeka

El dulce olor a caramelo, antes de explotar en la garganta el delicioso humo amarillo, y caminar rápido para virar la cuadra, armar la próxima tola y sentarme a cagar de risa con mis panas, dentro de los cuáles siempre hay alguno que se triquea como gil y empieza a voltearse para todo lado, los chapas cabrón!.
Las drogas? golosinas nada más, el mundo se torna autocomplaciente, alcohol-chuchaqui: la dialéctica generacional, drogas: todas terminan deprimiéndote: a la mierda el DSM -nuevo himno nacional de las calles, más barato y sincero que el de Juan León Mera-
Pensamientos de estos días: todo termina convirtiéndose en cliché, todo. 

Esconderse en la poesía oscura, oscurecerse, odiar lo oscuro.
  

Que cuando la adolescencia termina germinando al hastío en una actitud de vida, flor del aburrimiento que nos es regalada junto al conocimiento del aburrimiento. Días y años de seguir al pie de la letra los mandamientos, alcohol, sexo y drogas; años de masturbar al monstruo dueño del nudo en la garganta, y sí, éramos menos serios y severos con nosotros mismos cuando nos drogábamos y ¿qué?.

La línea blanca rectita y resplandeciente en el baño (cliché), para luego aplaudir eufóricos la rapidez con la que pasa la vida, esos vacíos en los que uno salta quedan entre la nariz y la garganta, miperica, miamor; desde la nariz suavemente hasta la garganta, el sabor frío y fuerte que termina en una sonrisa inocente, salva, alegre.
Quizá todo pueda resumirse en una noche, o en una página de papel mal impresa, los hedores de un mundo que ante Siria prefiere hablar de lo asqueroso que es Arjona, o ante la estupidez de Rajoy prefiere gastar su tiempo en fotos de facebook, pero yo no tiro la primera piedra, cuántas veces ante la bulla del mundo preferí el silencio de la cercanía de la noche con sus juegos y golosinas.
Yo sólo sé que tuve amores que no pudiese haber disfrutado con tanta alegría sin tanta droga y lo digo sin orgullo ni modestia tampoco, amores del tamaño y velocidad de un cacho, de una tola y de un mosquito, amores que venían con el energizante, la tella y la pastilla.  Viajes a tierras hermosas de mi Sudamérica, cada una con su sabor, su vino barato, su poesía de alcantarilla, y su droga más rica, continente desangrado también (patada en el cráneo a tu militancia o consecuencia) por la lucha de carteles, por los adolescentes muertos entre la venta ilegal de drogas, de cultivos ilícitos, del negocio trasnacional de todas las drogas, todas.

En fin, llega el momento en que la droga se acaba y la fiesta se termina, llega el chuchaqui,  y las ganas de jugo para hidratarse y no morir en el intento. ¿Nos perdonará el mundo por habernos drogado tanto? o más bien será de no tomarnos tan en serio el asunto.  No sé. Al menos ser consecuente en las pequeñas pero urgentes decisiones que uno toma día a día.
Cómo habríamos de dejar que la vida pase ante nosotros, ya no necesitamos más mártires, de eso estoy segura, pero también sé que al sistema le conviene tenernos todo el día gorditos y llenos de drogas, así no enfrentamos al verdadero enemigo sino nos fijamos en las pequeñas molestias y placeres de este mundo. 

Las guerras insensatas formales e informales, las grandes mafias del Poder, las Instituciones Burguesas y el aniquilamiento del Sentido de Solidaridad, no son nada frente al imaginario urbano de nuestro muy personal intento de rockstar o intelectualoide drogadicto.
Pero aquí nos quedamos, o eso al menos hago yo, mirando los días pasar mientras la caja tonta me recuerda que el mundo es un asco, que atraparon a niños vendiendo drogas para darle el dinero a sus padres, aquel guagua que luego de su formación en las calles se gradúa como tu dealer personal y muere frustrado con su amor hecho a apuros, con sus hijos, su esposa y su miseria a cuestas.
Pero todo es un círculo vicioso (otro pensamiento al azar, otro cliché) y ante tanto aversión de seguro me perderé en la noche, esta noche.

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